Todo nuestro  trabajo se orienta a dar una respuesta adecuada a los/as usuarios/as y sus familias, centro de nuestra intervención. El modelo se define como un modelo de intervención intensivo, global y especializado, que genera en ellos/as un cambio de visión de sí mismos/as (SER), basado en una percepción realista y potenciadora que les permita encontrar sus recursos internos para desarrollarse personal y socialmente (ESTAR). Esto fomentará respuestas adaptativas y resilientes en cada caso y, además, dotará a los contextos familiares de estrategias educativas y formación a través de la intervención directa en los sistemas de convivencia.

Todo esto, partiendo de una visión bientratante, mentalizadora y optimizadora de la intervención. Diferentes autores, desde la investigación y la observación clínica, insisten en que los cuidados, la estimulación, la educación y la protección, es decir, los buenos tratos que los/as adultos/as dedican a los/as niños/as, juegan un papel fundamental en la organización, la maduración, el funcionamiento sano del cerebro y el desarrollo general de estos (Ainsworth 1962, Cyrulnik 1993, Barudy y Dantgaman 2006, Siegel 2007). Por ello, con este tipo de intervención, pretendemos fomentar dentro de las familias la vivencia de nuevas experiencias de buen trato, que favorezcan el desarrollo e integración de los/as niños/as y sus familias.

Asimismo, para la implementación de este modelo necesitamos acercamos al decálogo práctico de orientación, con el fin de trasladarlo a la cultura del hacer.

Relación terapéutica.

Desde nuestra orientación humanista, creemos en la relación orientada y terapéutica como uno de los mejores recursos que el sistema de protección ofrece. Para utilizar correctamente esta herramienta de intervención, es necesario que seamos coherentes y sensibles a los sentimientos de las familias y que las respetemos, las aceptemos y les aportemos afecto y seguridad. Por ello, nuestros equipos están en continua revisión y trabajando desde la esfera personal para poder fomentar nuevos estilos de relación, más sanos y segurizantes.

Psicología positiva.

Creemos en las fortalezas y potencialidades de los/as usuarios/as y las familias con los que intervenimos, ya que son los pilares en los que se apoyará el cambio. Consideramos que esta visión es importante, pues estamos acostumbrados/as a movernos en un modelo de déficits que culpabiliza a los/as usuarios/as.

Evidencia científica.

Todos los modelos sobre los que se diseñan las intervenciones y programas están basados en amplia evidencia científica que justifica su utilización, con el objetivo de optimizar las intervenciones y maximizar los éxitos. Esto no exime de que, nos adaptemos y creemos, en la medida de lo necesario, nuevas formas de intervención y evaluemos su eficacia.

Capacitación parental y parentalidad terapéutica.

Nos ocupamos de que las intervenciones sean de corta duración, centradas en la reactivación de capacidades personales. Fortalecemos y rehabilitamos los vínculos familiares desde la perspectiva de la parentalidad positiva como fórmula para consolidar la salud familiar. Todo ello, confiando en que las personas van a ser capaces de encontrar sus recursos internos, con los que movilizar su energía para el cambio.

Intervención sistémico-comunitaria.

Concebimos una intervención que busque el equilibrio de las familias trabajando desde la autorregulación individual a la familiar, a la par que promovemos nuevas dinámicas que favorezcan la resiliencia familiar y comunitaria y que generen oportunidades de aprendizaje en lo cercano y en el espacio relacional de las personas. Ello implica analizar las fortalezas del territorio que se muestran como alternativas a cada caso de intervención.

Buen trato.

Consideramos importante prestar atención a los sentimientos, pensamientos y frustraciones, tanto de los/as usuarios/as y sus familias como de los equipos de trabajo. Por ello, creemos que es fundamental partir de una visión de buen trato en la atención y en el manejo de los equipos, de modo que, introducimos el paradigma de los buenos tratos en todas las intervenciones: «buenos tratos-resiliencia-prevención-bienestar».

Vínculo.

La forma en que nos vinculamos entre nosotros/as nos va a ayudar a desarrollarnos en el entorno, pero no solo queremos entender el vínculo como un concepto teórico, sino profundizar en la idea de sintonizarnos entre nosotros/as y con las familias a las que atendemos, y convertirnos en modelos de referencia que faciliten su desarrollo. Siempre, sin perder la visión profesional.

Personalización de la atención.

Creemos que cada sujeto y su familia son únicos, por lo que los casos se tratan como tales. Ponemos especial énfasis en la revisión constante de los planes de intervención con el objetivo de adaptarla como si fuera la única que estuviéramos haciendo. Respetamos el ritmo de los casos, pero sin olvidar la planificación por objetivos y tareas con cada uno de ellos.

Especialización, innovación y formación continua.

Somos conscientes de que nuestro trabajo conlleva mucha responsabilidad, por lo que creemos que los/as profesionales que realizamos esta labor tenemos que ser especialistas. Para ello, debemos estar en continuo reciclaje y evolución desde un estudio de cada caso, con especial incidencia en el principio de «curiosidad profesional», indicando acciones y estrategias que nos permitan abordajes más amplios y de mayor impacto profesional.

Del ser al estar.

Nos enfocamos para que cada persona se acepte tal cual es; que no solo vea sus errores, sino sus virtudes y fortalezas, y que, una vez que sea capaz de hacerlo, pueda –basándonos en la teoría paradójica del cambio– estar en el mundo potenciando y adaptando sus capacidades para autorealizarse.